La brisa de las estrellas (2022)
Tras las huellas de Van Gogh
Tal vez no sea correcto decir que Van Gogh sea el padre de la pintura
moderna, pero sí de una de sus vías, la espiritual, a mi entender. Aunque
tampoco sería correcto decir la espiritual, pues todo arte es espiritual,
pudiéndose dejar en más específicamente espiritual, con unas determinadas
características que lo definen como tal, lo cual no significa que pinte temas
espirituales, sino por el modo espiritual de proceder al realizar la obra.
Ya le viene la vena de familia, su padre era pastor protestante y él estudió
y se preparó también para serlo, llevándole ello a ejercer de predicador entre los
mineros. Más adelante, ya dedicado al arte en Nuenen, podemos contemplar
en la obra “los comedores de patatas” una manifestación de ese espíritu.
Unos años mas tarde, en Arlés, completaría su espiritualidad con el Zen venido de
las láminas japonesas que tanto habían impresionado a los impresionistas en la
exposición universal de París, pero nadie compraría tantas ni se dispondría a
seguir la vía del arte y la vida en ese sentido tan plenamente como Vincent. Así,
su traslado a Arlés consistiría en una búsqueda del sol naciente de Oriente y en
un estudio y práctica del arte Zen japonés, sobre la base del espíritu y técnica de
los artistas japoneses como Ukiyo-e, Hiroshige Hokusai o Keisai Eisein.
Esto último, de tan estrecho vínculo de Van Gogh con la pintura japonesa
me sorprendió mucho, pues llevaba más de una década también por mi parte
con la pintura zen, aunque más bien con los antiguos artistas chinos del Zen y
del Tao.
Qué casualidad, cuando ya antes de darme cuenta de esto se podía decir
que había sido mi principal maestro del arte moderno. Y éste que se había ido
por el Zen se vuelve a encontrar con Van Gogh en el camino.
A pesar de ser mi estilo tan diferente, es el artista moderno que más me
inspira y enseña, y de cuyo linaje me siento continuador.
A principios de los 90 comenzaba a sentir en el arte ese algo que va más
allá del pensamiento lógico, de donde se desprendía un valor en el misterio
partiendo del desapego y el desprendimiento, lo cual llevaría a la fuerza del
espíritu a través del despliegue del ser-ético a lo largo del camino.
En enero de 2021 hallándome en un lugar de la costa asturiana, del otro
lado de cuando en 1989 irrumpía dentro de mí el paisaje marino aviniendo en un
estremecimiento con deshacerse, convirtiéndose en luz, color, forma, energía; el
pulso de la Creación tras los elementos. Y sintiendo semejante energía me viene:
“así que esto es el impresionismo”.
Más de 30 años después, en ese mismo paraje, a un lado me hallaba
contemplando el paisaje de la última obra en la cual me hallaba trabajando, de
la sensibilidad, exquisito, precioso en el detalle artístico. Del otro lado,
prorrumpiendo el espíritu, una fuerza misteriosa.
Sensibilidad artística y espíritu, sentía que debería de trabajar en una
adecuada y armoniosa combinación de ambos aspectos.
Debía dar cabida al valor, no confundiéndolo con la prisa, ni mucho menos
con la temeridad. No refrenando el espíritu, permitiéndole emerger al hallarse
preparado tras la precisa catarsis. El espíritu soplando adentro del corazón.
En Van Gogh prorrumpe el espíritu.
Captando el Espíritu de Verdad como él, como su discípulo. Su imitación
de Jesús, su camino en el Transcendente. Los colores del corazón.
Vincent era tremendo. Claro que no pretendo compararme con él, sólo
que me siento muy afín a su modo de ser, aunque de diferente carácter. Y tal
vez pueda aportar un granito de arena en ayudar a encauzar a las generaciones
venideras en un arte moderno del espíritu, manteniendo su continuidad (sería
una pena que se perdiese esta vía), partiendo de la obra de nuestro principal
maestro, Vincent Van Gogh, en una de las vías del arte moderno.
En Arlés quería formar una comunidad de artistas a modo de monjes en
un monasterio. Cuando chocó con la realidad de la imposibilidad de realizar
semejante sueño algo se le desgarró profundamente por dentro. Y eso, unido al
encierro en el sanatorio, probablemente fue la principal causa del agravamiento
de la enfermedad, pues coinciden las fechas de tales acontecimientos. A lo cual,
por supuesto, hay que añadir la continua opresión socioeconómica, desprecio e
incomprensión de su obra, tan común en tantos artistas, a quienes más les
valdría aceptar, comprender y amar el espíritu de pobreza y no dejarse llevar por
las banalidades del mundo.
Lo extraño es que un tiempo después, ya en Saint-Rémy, parecía estar
recuperándose bastante. Cuenta Theo en una carta a su hermano por esas
fechas: “…el color tiene una fuerza que hasta ahora no habías alcanzado… Pero
cómo has osado llegar hasta los límites más extremos donde, inevitablemente
nos tiene que asaltar el vértigo”. ¿Entonces por qué se suicidó? ¿O no fue un
suicidio? Hay indicios de que probablemente no se hubiese tratado de un
suicidio.
“No carece de atractivo el hecho de pensar que los griegos, los antiguos
maestros holandeses y los japoneses continuaron cultivando sus famosas
escuelas en otras constelaciones”, dice en la carta 511. “¿Dónde están Newton,
Copérnico, Galileo, Jesús, Buda, Confucio o Sócrates?”, se pregunta por la
misma época el astrónomo Camille Flammarion, para concluir con Van Gogh:
“Estas estrellas lucen todavía y existen en otras esferas, continúan en otros
mundos la labor que han interrumpido en la Tierra”. Van Gogh parte
espontáneamente de esta idea y explica la intención de su autorretrato (París,
primavera 1887. The Art Institute of Chicago): “He concebido ese retrato como
un monje budista, un sencillo adorador del eterno Buda”, carta 545.*
“El aspirar del aire,
el canto de la dulce filomena,
el soto y su donaire
en la noche serena,
con llama que consume y no da pena.”**
*Página 384, Van Gogh. Obra pictórica completa. Ingo F. Walter & Rainer Metzger.
** Estrofa del “Cántico Espiritual” de San Juan de la Cruz.